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Cuando Bután empezó a abrirse al resto del mundo, se pudo ver lo pintoresco y fascinante de su cultura antigua y moderna. Fue a mediados del siglo pasado, y sobre todo a finales, cuando el reino de Bután comenzó a perder el hermetismo que lo caracterizaba. Hoy día su nombre significa ‘La tierra del dragón de truenos’, aunque a lo largo de la historia ha dispuesto de multitud de significados y apelativos, la mayoría alusivos a este animal mitológico. El monarca, de hecho, ostenta el título de ‘Rey del Dragón’.
En los años 60, para sorpresa de los más ancianos, llegaron a Bután el teléfono y la divisa propia, el Ngultrum, pues hasta entonces no disponían de una moneda de curso legal. En 1999 por otra parte, desembarcaron la televisión e Internet, bajo el yugo de la censura, eso sí, pues ciertos canales o contenidos estaban y siguen estando vetados a los butaneses. La democracia se estrenó hace apenas dos años, pero la mayoría demostró tener una gran conciencia al respecto; al parecer hubo una anciana que caminó 600 kilómetros sólo para poder ejercer su derecho al voto, debido a que los viajes en coche la mareaban demasiado. No es de extrañar, pues Bután es un país abrupto y montañoso, donde el tramo recto más largo de carretera ocupa apenas medio kilómetro y no existen semáforos ni en la capital, Timbhu. Siquiera los ríos son navegables en este pequeño país centroasiático.
Para encontrar el equilibrio entre esta apertura al exterior y la conservación de las tradiciones del pueblo, se creó el concepto de Felicidad Interior Bruta, el sustituto butanés al Producto Interior Bruto por el que se rigen las demás economías del mundo. Esta FIB, que se creó acorde a la filosofía budista, persigue intensificar el bienestar humano a partir de la garantía de ciertos derechos y parámetros sociales y no promover tanto la persecución de bienes materiales. No obstante, el concepto se vio emborronado cuando algunos estudios expresaron que el 68% de los butaneses no se consideraba feliz de acuerdo a dichos valores, aunque hay otros que sitúan a Bután como el octavo país más feliz del mundo, por delante de Estados Unidos.
Rey de Butan - Jigme Khesar Namgyel
Efectivamente, Bután se esfuerza por conservar ciertas tradiciones y leyes que lo diferencian del resto de pueblos del planeta. La butanesa es todavía una sociedad matriarcal, en la que algunas mujeres practican incluso la poligamia, y está prohibido, por ejemplo, usar bolsas de plástico o enjaular animales –un zoológico es algo impensable en Bután-. Se convirtió en el segundo país libre de humo, sólo por detrás de Niue, cuando prohibió la venta y el consumo de tabaco. A los turistas, cuyo número está muy restringido y son obligados a venir en viajes organizados, sí se les permite fumar en Bután, pero si se les descubre vendiendo cigarrillos a los nativos pueden ser detenidos por contrabando.
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