Liechtenstein

Liechtenstein, el paraíso que no debe ser nombrado

Tal vez Liechtenstein no ostente el honor de ser el país más pequeño de Europa -algo en lo que se ve superado por Mónaco, el Vaticano y San Marino- pero puede presumir de tener, probablemente, el nombre más difícil de pronunciar de todo el viejo continente.

Éste proviene de una de las dinastías más poderosas de la Alemania medieval, que se hizo con unos territorios a los que llamó con su propio apellido. Hoy día conserva el nombre de Liechtenstein y la ubicación, entre Austria y Suiza, lo que significa que es uno de los pocos países del mundo sin salida marítima y cuyos estados limítrofes tampoco tienen. Con ésta última comparte moneda de curso legal -el franco suizo- y la política de neutralidad -desde que aboliera el ejército e 1868, por su alto coste-, además de la condición de paraíso fiscal, por la que es más conocido.

No en vano, han sido varias las veces que se le ha llamado la atención desde organismos oficiales por su política tan permisiva para con los asuntos fiscales; las leyes de incorporación al comercio son tan poco exigentes que hasta 75.000 compañías han establecido sus oficinas nominales en Liechtenstein, tal vez animados por el anonimato legal de que puede disfrutarse en el principado. Esta cifra sorprende aún más cuando se compara con la de la población del país, que supone menos de la mitad, unos 35.000 habitantes, de los que aproximadamente un tercio son extranjeros. Si bien este asunto es un tanto negativo, al menos puede presumir de tener una tasa de alfabetización del 100%.

Volviendo a las estadísticas, puede señalarse que Liechtenstein es, junto con Andorra y esas tres naciones europeas más pequeñas que él, uno de los únicos cinco países del mundo que no tiene aeropuerto. Además, como dato curioso en cuanto a transportes, llama la atención que el número de kilómetros de caminos para bicicleta sea diez veces mayor al de ferrocarriles.