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Las comúnmente llamadas mujeres jirafa, por evidente y poco rebuscada analogía, pueden encontrarse en distintos rincones del planeta, pero unas de las más famosas son las pertenecientes a la tribu Kayan o Karenni, una minoría étnica tibeto-birmana que se fue desplazando hacia Tailandia por los conflictos bélicos acaecidos en su zona natural. El nombre original que reciben allí estas mujeres es Padaung.
Como casi todo el mundo sabe o imagina, la comparación que se hace con tan peculiares mamíferos proviene precisamente de lo que los caracteriza: un cuello largo y robusto. En el caso de las Padaung, el estiramiento del cuello no es natural sino forzado, y se consigue mediante el ensortijamiento de aros de latón alrededor del mismo. Esto se realiza paulatinamente a lo largo de la vida de cada mujer, y en contra de lo que se cree en el mundo occidental, lo que provocan estos anillos es una opresión de las clavículas hacia la cavidad torácica y no una separación exagerada de las vértebras cervicales. El efecto visual que se consigue es el de un cuello estilizado y más largo de lo normal, toda una atracción turística hoy en día.
Éste es de hecho uno de los motivos por los que se conserva tan polémica tradición, pues el propio gobierno Birmano ya trató de prohibirla para subsanar una imagen de país poco desarrollado, sin conseguirlo en su totalidad. Los Kayan alegan que esta práctica responde a una mera cuestión de estética, pues las Padaung se consideran símbolo de belleza al imitar a un dragón, animal muy apreciado por el folclore tribal, aunque otras hipótesis poco contrastadas afirman lo contrario, que el estiramiento servía para afear a la mujer y evitar que fuera esclavizada, o incluso para evitar la mordedura de un tigre.
No faltan las críticas a esta suerte de dimorfismo; se amparan en los estudios médicos que aseguran llega un punto en que los músculos del cuello quedan extremadamente debilitados y no son capaces de sostener el peso de la cabeza, convirtiéndose así los anillos en una necesidad para la propia supervivencia y no sólo un adorno. También se habla de crueldad, pues la colocación de los anillos comienza a hacerse cuando las mujeres son sólo niñas, y por ende no tienen capacidad de decisión u opinión al respecto.
Se habla de una mujer Kayan que llegó a ensartarse hasta 27 collares alrededor del cuello, el cual estiró más de diez centímetros. Esta tribu es marcadamente falócrata, y los castigos que los hombres imponen a las mujeres por delitos como el adulterio incluyen a veces la retirada de todos los anillos, circunstancia que provoca la asfixia o el desnucamiento de la condenada, que para sobrevivir se ve obligada a vivir el resto de su vida tumbada o sujetando permanentemente su propia cabeza entre las manos.
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