Burdeos, la bella durmiente

El título de este artículo tiene una razón de ser: es cierto que unos de los mejores vinos del mundo se produce en esta región francesa, no vamos a negar su merecida fama; pero por el contrario la ciudad no tuvo reconocimiento hasta fecha reciente. Su monumentalidad y belleza permanecía aletargada mientras los turistas se fijaban más en sus viñas que en sus piedras.

Irónicamente, quizá ese tiempo de contemplativa ignorancia haya sido de ayuda en el resurgir de Burdeos. La ciudad ha sabido armonizar modernidad y antigüedad de tal modo que parece suspendida en una ensoñación: amplias zonas verdes que dan paso a bellos edificios, modernos tranvías que recorren su ruta dejando ver neoclásicas fachadas, ciclistas que recorren los principales puntos de interés de la ciudad con total tranquilidad, la catedral de San Andrés, que parece colocada mágicamente en su lugar...

Igual de mágica nos resultará el moderno y popular “espejo de agua” que desde 2006 da una curiosa perspectiva de Burdeos y que sirve como curiosa diversión a residentes y visitantes.

A medida que nos internamos en la ciudad nos encontraremos lugares singulares, como la casa en la que Goya vivió sus últimos días o el señorial gran teatro. Por supuesto, como ciudad ilustrada también rinde tributo a los grandes hombres de la cultura, filosofía y ciencia francesa.

Merece la pena, entonces, perderse por Burdeos. Merece la pena callejear e ir sorprendiéndose con lo que cada calle tiene que ofrecernos. Igualmente merece la pena celebrar nuestros descubrimientos en una de sus bodegas.